10 abril 2014

Antes del atardecer, del amanecer o del anochecer ...

Cuesta entender que la vida no es una película. Cuesta entender que no es “Antes del Amanecer” ni del atardecer, ni del anochecer. Por cierto tardé mucho tiempo en enterarme que eran tres películas distintas, siempre que las chapaba ya empezadas en algún canal de cable pensaba que era una sola. Para colmo no lo descubrí por mí misma, un amigo me aclaró que eran 3 películas distintas entonces todo cobró sentido, pero lejos de celebrar el hallazgo con carcajadas como suelo hacer cuando me descubro equivocadísima en algún tema, esta vez recibí la noticia con tristeza. Tristeza porque me aterró la idea de que no volvería a sentir esa extraña sensación de adrenalina al ver la trama cambiar sin que yo entienda muy bien nada haciéndome dudar de mis capacidades mnémicas y atencionales e invitándome finalmente a concluir que estaba poniéndome vieja y desatenta y confirmarlo media hora después, al quedarme dormida, en medio de la película, en medio del mueble, en medio de un sábado por la noche sin fiebre.

¿ Qué serìa mejor la incertidumbre o saber qué es lo que va a pasar? Levedad vs Peso como diría Milán Kundera citando a Nitchtze antes presentarnos a Tomás. Abro paréntesis Por cierto no me gustó el Tomás de la película, lo había imaginado distinto, más alto. Cierro paréntesis, punto ¿ Nos quedamos con certeza o incertidumbre?

La tierra es un dado roído y ya redondo a fuerza de rodar a la aventura, que no puede parar sino en un hueco, en el hueco de inmensa sepultura. Denso el Cesar, recuerdo  cuando aprendí ese poema, quería aprenderlo de memoria para impresionar a mi papá y a mi hermana y nunca pude porque me enredaba terriblemente en esta parte “Dios mío, si tú hubieras sido hombre hoy supieras ser dios, pero tú que siempre estuviste bien no sabes nada de tu creación y el hombre si te sufre, el dios es él” yo a esa edad no contaba aún con esos dados ni dudas, sin embargo creo que  intuía la onda desafiante de sus palabras así que me ponía nerviosa y a partir de ese verso mi dicción era un desastre entonces me reía y ya el resto lo recitaba en voz baja, tartamudeando y leyendo, o sea en pocas palabras la presentación iba disminuyendo su calidad interpretativa de forma inexorable empero, debo reconocer y agradecer que la atención y el cariño del públicoera inversamente proporcional. Tenía a mi papá de buen humor y a mi hermana siempre linda, disfrutando del recital y aplaudiendo como si acabaran de ver al mismísimo Vallejo.


En el patio de mi casa es donde sucedía todo esto, en ese momento de la tarde cuando caen los  últimos rayos del sol y todo parece derretirse como en un cuadro de Dalí, cuando el viento pasa saludando y el tiempo creyéndose eterno te asegura que las pocas horas que restan del día te alcanzarán para hacer  las tareas y te dice que no hay problema, que estos momentos son imprescindibles, que en el caso hipotético y poco probable de que nuestras vidas fuesen películas, estarían compuestas de escenas como esas, aunque se nos trabe la lengua, aunque la memoria falle, los nervios traicionen y los ánimos bajen, aunque nos escapemos a jugar en un acto de exacerbada e injustificada rebeldía aunque las cosas no salgan como deberían, porque el tiempo nos enseña que el acierto más importante de la vida es estar con las personas adecuadas antes del atardecer, amanecer o del anochecer.

Foto: Ilo, enero 2014