15 diciembre 2013

Un instante de tranquilidad

Tal vez sea el 25, día con licencia social para dormir hasta tarde, pero que por esas paradojas de la vida  a uno, que lucha todo el año con el despertador,  se le da por despertar a las 6 de la mañana gracias al sonido lejano pero constante de una  musiquita navideña que alguien olvidó desenchufar.

Tal vez sea ese día, cuando te levantas y observas la sala, los papeles de regalo, el comedor, la cocina, los platos, las fuentes, los vasos vacíos, las botellas de vino, las gaseosas sin refrigerar,  los tres panetones abiertos a medio comer, la lata de durazno  sin duraznos pero con almíbar, las cosas que fueron importantes y que hoy flotan negándose a ser parte del ayer.

Pero no importa como luzcas en ese pijama improvisado con algún polo recién obsequiado, no importa si no tienes ganas de sonreír mientras piensas "ojalá diciembre fuese  un mes más tranquilo y menos esclavo de sus ansias" ni tu mutismo acinético cuando masticas preguntándote “¿por qué será tan rica la comida navideña calentada?”  No importa nada , porque tal vez sea ese día y no otro, y ese momento específico de la mañana y no otro, sino el único y verdadero instante  de paz y lucidez que se puede vivir en todo el mes de diciembre porque  los momentos más gratos son los que toleran el silencio,  la soledad, la calma y la complicidad con el tiempo. 

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