24 julio 2017

Divagaciones de una hija


Por muchos años uno no se acuesta ni se despierta pensando en la buena salud de los papás, es algo que damos por sentado; hasta que algo pasa y no hay vuelta atrás. Acompañar a mi papá en éste momento es tal vez uno de los desafíos más grandes que he tenido que afrontar hasta ahora. Es algo totalmente nuevo para mi sentir su vulnerabilidad y la mía al mismo tiempo, es una canción que nunca había escuchado.

Justo cuando creo que estoy haciendo las cosas bien, me veo cometiendo un error garrafal. Me cuesta ser madura cuando tengo miedo, mi único consuelo es creer que no soy la única. Yo sólo quisiera tener la respuesta perfecta, la sonrisa siempre puesta, no perder la paciencia en ningún momento, saber cuando ser firme y cuando ser flexible, quisiera entender el idioma de los cardiólogos y explicarle didácticamente todo a mi papá y quisiera no ponerme triste y ser cariñosa y decir un te amo con naturalidad y ser todo, todo lo que sea necesario ser para que él esté bien. 

Miro mi cara cansada en el espejo y me doy cuenta de algo que no había notado hasta ahora: a mi también me duele el corazón desde que era niña, en ese entonces cuando no éramos tan cercanos y ahora estamos aquí intentando sanar juntos nuestros dolores.




03 febrero 2017

Cuando el libro habla, es porque ideas trae

Según los manuales de trastornos mentales, las alucinaciones auditivas son un síntoma de esquizofrenia. Yo no creo en esos manuales, pero me parece pertinente mencionar este dato por dos motivos. El primero, es bien tonto. Se me antojó demostrar que recuerdo algo de mis añejas clases de psicopatología. El segundo motivo es más bien ingenuo y se trata de poder contar algo con la tranquilidad de no ser calificada como esquizofrénica. Aunque tal vez a éstas alturas ya sea un poco tarde para una intención de ese tipo.

Lo que voy a contar puede  sonar pretencioso, supersticioso, absurdo o todo eso junto y multiplicado, pero lo que sucede es que yo necesito confesar algo: los libros me hablan. Espera, puedo ser más específica y además explicar qué es lo que pasa. El fenómeno en cuestión suele suceder generalmente mientras vagabundeo por las calles de ésta ciudad. A veces he oído un voz muy sutil y en otras ocasiones han sido verdaderos gritos, pero siempre me han hablado cuando más perdida me he sentido. Para ser sincera debo aclarar que el oído me funciona para ciertos libros, especialmente los que han sido escritos por mujeres. Sucede de pronto, estoy caminando por la calle, paso por una tienda de libros usados o nuevos, entro, gasto un buen tiempo husmeando, desenterrando, moviendo, leyendo, hasta que de pronto aparece. Sonrío con libertad porque a esas alturas me siento tan feliz que no me importa mucho la opinión pública, ni me intimidan las miradas juiciosas de ésta extraña ciudad. Sonrío porque después de mucho tiempo ha vuelto a suceder. Me desborda la alegría de haber encontrado una voz que me conmueva y que me refleje. No salgo de mi asombro cuando me doy cuenta que la autora y yo, una perfecta desconocida, nos encontremos ahora de pronto vinculadas. Es magia. 


Así descubrí a Clarissa Pinkola y a su hermoso libro “Mujeres que corren con los lobos”, a Jean Shinoda y a “Las diosas de cada mujer”, a Gabriela Wiener y sus “Nueves Lunas”, a Marcela Serrano y el “Albergue de las mujeres tristes”, a Melody Beattie y su conmovedor relato en “El club de las desesperanza”, a Katherine Webb y “ El Legado”, a Elizabeth Gilbert y “La firma de todas cosas”, a Rosa Montero y a “La ridícula idea de no volver a verte”. A todas ellas las conocí por pura casualidad mientras caminaba por alguna calle, buscando seguramente algún puesto de chatarra veggie, o pensando en algo sin importancia. Cansada, aburrida, aletargada, necesitando con urgencia leer a alguien y sentirme identificada.  

No quiero decir que los libros me hablan a mi en particular, le hablan al mundo, susurrándole frases y gritándole verdades. Estoy convencida  que todos podemos escuchar la voz de los libros y que  lo hacemos con  más frecuencia de la que creemos. Sólo basta con salir a caminar, prestar atención y confiar en que siempre hay alguien con algo que contarnos. Está de más decir que las historias no están sólo dentro de un libro. Pueden estar en la combi, en el parque, en los ojos de un desconocido, en el mercado, en una pregunta incómoda, en el paradero, en el amanecer después de una juerga, en el jugo del mercado, en último adios, cerca de una montaña o en las orillas de un rio, en la puerta del vecino.  Basta con abrir los ojos, los oídos y el corazón; sacarse la venda del sistema que sólo nos deja ver billetes y códigos de barra, y tener la sincera voluntad de mirar a los otros y reconocernos en su dulce narrativa para descubrir que algo nos une y algo nos separa pero que nada nos divide. 

Porque una historia maravillosa puede vivir en cualquier lugar, no importa si es pequeño o inhóspito, si está escrita en una hoja, si dobla la esquina, cruza la cordillera o vuela por los aire. Una gran historia puede sobrevivir y existir siempre que resista a la tiranía del desprecio al que suelen ser sometidas las cosas más simples de la vida y que paradójicamente son, en consecuencia, siempre las más bellas. 


20 enero 2017

Carta para una emergencia

Hola Gaby:

Me siento un poco rara saludándome. Pero bueno no debo ser la primera que se escribe una carta a sí misma, qué más da, en fin.

Está de más decir que ésta es una carta para leer en caso de emergencia. Léela cuando el cerebro te hierva y las ideas se te hagan mazamorra. Cuando la visión  se te nuble, la respiración se entrecorte y el pecho se te cierre. Sé que todos esos sentimientos llegarán, o mejor dicho, volverán en algún momento. Y te entiendo. Sé cuánto duele, he estado en el centro del dolor y conozco perfectamente su tamaño y peso aplastante.

Duele compreder que la historia se escribe sin pedir permiso y duele que  nuestros sueños sean barridos por el impredecible e inapelable  suspiro del destino. Es realmente extraña la vida, eso no te lo puedo negar. A veces logra convencernos de que opera con cierta lógica, hasta que vira el timón sin mayor aviso y terminas estrellada en algún poste, desorientada y adolorida. Del dolor te puedo decir que es importante verlo como  un proceso principalmente íntimo, propio e intransferible y he ahí el origen del "nadie entiende mi dolor". Debo reconocer que jode que sea ineludible y jode tener que hacerse cargo de él; por eso lloramos y rabiamos de miedo, frustración y cansancio. Pero después de muchas lunas he terminado aceptando que  el dolor no se puede delegar y a menudo tengo la hermosa fantasía que dentro de él hay cosas muy buenas. Se puede decir que nos hemos hecho amigos, así tal vez algún día me presente a su amiga Sabiduría.

Puede ser que leas esta carta y sientas que nada de lo que digo es una novedad para ti, tal vez ya tienes muy claro todo esto y ahora te encuentras luchando con nuevos dilemas. ¡Sería tan hermoso que fuese así! Pero, si por cosas de la vida te sintieras perdida no te avergüences ni te asustes . A veces es necesario volver en nuestros pasos para comprender mejor. Regresa las veces que sean necesarias, búscame en sueños, en una canción, en un poema oculto, en una fotografía, en una carta de emergencia. Me encontrarás porque somos una sola dividida en el tiempo. Regresa las veces que quieras, tómate fuerte de mi mano y recuéstate a mi lado hasta que el dolor haya pasado, pero no te quedes mucho tiempo, recuerda que el presente te está esperando para festejar la vida.

Con amor

Gaby