24 julio 2017

Divagaciones de una hija


Por muchos años uno no se acuesta ni se despierta pensando en la buena salud de los papás, es algo que damos por sentado; hasta que algo pasa y no hay vuelta atrás. Acompañar a mi papá en éste momento es tal vez uno de los desafíos más grandes que he tenido que afrontar hasta ahora. Es algo totalmente nuevo para mi sentir su vulnerabilidad y la mía al mismo tiempo, es una canción que nunca había escuchado.

Justo cuando creo que estoy haciendo las cosas bien, me veo cometiendo un error garrafal. Me cuesta ser madura cuando tengo miedo, mi único consuelo es creer que no soy la única. Yo sólo quisiera tener la respuesta perfecta, la sonrisa siempre puesta, no perder la paciencia en ningún momento, saber cuando ser firme y cuando ser flexible, quisiera entender el idioma de los cardiólogos y explicarle didácticamente todo a mi papá y quisiera no ponerme triste y ser cariñosa y decir un te amo con naturalidad y ser todo, todo lo que sea necesario ser para que él esté bien. 

Miro mi cara cansada en el espejo y me doy cuenta de algo que no había notado hasta ahora: a mi también me duele el corazón desde que era niña, en ese entonces cuando no éramos tan cercanos y ahora estamos aquí intentando sanar juntos nuestros dolores.




No hay comentarios:

Publicar un comentario

Escribe a aquí tus comentarios