27 abril 2013

El Palais Concert soy yo

 
Valdelomar ,el señor de los billetes de 50 soles que de hecho estaría indignado y no dudaría en exigir que lo pongan en el billete de 200 (o como dijo mi amiga Fabi, mandaría a imprimir unos de 500 porque en el 200 ya hubo otro rostro), hoy cumpliría 125 años.


Los más bonitos para mi fueron el Hipocampo de Oro, Hebaristo el sauce que murió de amor y Tristitia. Los leí hace tiempo, por las tardes cuando no había nadie, entraba al cuarto en él que se guardan las cosas que no se usan y las cosas de navidad. Allí habían unas cajas con libros de lecturas escolares que habían pertenecido a mis hermanos, me subía a un banco y hacía las acrobacias de miss Orquídea para bajar las cajas. Eran unos libros del año 1 a.c pero me gustaba leerlos.

Un tiempo después me enteré que en la biblioteca de mi sala siempre hubo una colección de sus cuentos, sin polvo, bonita, pero supongo que no hubiera sido lo mismo. Luego supe también que Valdelomar, era bastante excéntrico,que usaba escarpines, monóculo y levita, además besaba su mano derecha diciendo "esta es la mano que escribió el Caballero Carmelo". Solía llamar la atención en los locales de moda a los que asistía, haciendo escándalos cosas fuera de lo común. Osea todo el tiempo buscaba ser el centro de atención y quería ser algo así  como nuestro Wilde peruano. Pero de todas formas, pese a las  actitudes arrogantes y poses estrafalarias de Valdelomar, sus narraciones tienen mucha ternura, inocencia y paradójicamente también tienen humildad. Feliz cumpleaños al Conde de Lemos , como él mismo se hizo llamar.


Tristitia ( 1916)
Por Abraham  Valdelomar

Mi infancia, que fue dulce, serena, triste y sola,
se deslizó en la paz de una aldea lejana,
entre el manso rumor con que muere una ola
y el tañer doloroso de una vieja campana.

Dábame el mar la nota de su melancolía
;el cielo, la serena quietud de su belleza;
los besos de mi madre, una dulce alegría,
y la muerte del sol, una vaga tristeza.

En la mañana azul, al despertar, sentía
el canto de las olas como una melodía
y luego el soplo denso, perfumado, del mar,
y lo que él me dijera, aún en mi alma persiste;

mi padre era callado y mi madre era triste
y la alegría nadie me la supo enseñar